EUFORIA

Ya me di cuenta; lo que más me gusta de un festival de rock, no es el lugar, no es la fiesta, es más, a veces nisiquiera es el cartel, sino la euforia que el ambiente y la música provocan.

Esa euforia hace que, para empezar, estés con una sonrisa todo el tiempo, hace que los detalles mínimos sean grandiosos, hace que el encontrarte con algún conocido, lo saludes con tanta, pero tanta emoción, que olvides que lo viste apenas el día anterior en tu oficina.

Este efecto es el más representativo de la droga, al menos es el efecto que hace en mi, especialmente cuando entre tanta gente te encuentras a personas que pertenecen a tu vida, pero de mundos muy distintos, reunidos en el mismo lugar y con el mismo objetivo, rockear, tomar y disfrutar de la buena música.

¿Cómo sería si pudieras reunir a todos en el mismo sitio, y bailar con todos ellos al mismo tiempo? Podemos conformarnos con verlos por bloques, por pasillos y escenarios, disfrutar de cada uno de ellos, contagiarte de su euforia también, y pensar que por ese día, todos tus conocidos, por diferentes y distantes que sean los unos de los otros, son iguales, les gusta lo mismo y hasta se parecen.

La cultura musical de México en esta época, es ya muy diferente de la de los 90s, está claro que hoy los conciertos son reuniones sociales, o yo diría, celebraciones sociales, donde el pretexto es festejar que una banda reconocida estará tocando en vivo. Y aunque a los fans más conservadores les caiga gordo que las épocas del slam, la mala facha y el sudor en los conciertos hayan termindo, hoy es una buena oportunidad de sentir la euforia de forma diferente. Ya veremos cómo nos comportaremos la sigueinte década.


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